Aracnofobia nació con una idea muy clara: ser una marca igual que las marcas para las que trabajamos.
Cuando comenzamos este proyecto, creíamos que ser una marca la mejor manera de entender a nuestros clientes, y dos años después lo seguimos creyendo.
Nuestra marca es como un laboratorio donde probar conceptos y diseños de producto. Así surgió la Aracnobolsa, con 8 asas (en referencia a las patas arácnidas) pera llevarla a la medida deseada. Luego realizamos el Aracnocuaderno, con su encuadernación de telarañas fluorescentes hecha a mano. Eran productos destinados solo a uso interno y de representación. Pero…
Pero empezaron las preguntas acerca de si esos productos existen realmente y si se podían conseguir de alguna manera.
Entonces comenzó a tomar forma la idea de crear una tienda digital propia para que quien quisiera pudiera adquirirlos. Y así, seguiríamos testando procesos en nuestro laboratorio.
Una vez la tienda estuvo producida y programada, el siguiente paso era el de comunicar su apertura.
Cualquiera puede llevar una Aracnobolsa o usar un Aracnocuaderno. Por eso elegimos una imagen anónima para protagonizar nuestra campaña de lanzamiento de la tienda. Un maniquí viviente que lleva una vida normal: viaja en transporte público, va al mercado, visita un museo… Paradójicamente, esa imagen anónima tenía mucha personalidad.
Como dato curioso, la campaña estaba lista para lanzarse cuando quedó aplazada por la gravedad de la situación provocada por el Covid-19. Sin embargo, el tan manido término “Nueva Normalidad”, esa necesidad de etiquetar todo, nos sirvió como inspiración para nuestro “Vuelta a la Anormalidad”.